miércoles, 18 de marzo de 2020

TOCANDO EL VACIO, la tragedia de Joe Simpson y Simon Yates





La relación entre el ser humano y la montaña es difícil de comprender para la mayoría de personas. La incomparable sensación de coronar una cima tras un esfuerzo extremo se entrelaza con los incontables peligros que se esconden tras sus escarpadas paredes. Con todos sus riesgos, sin embargo, el alpinismo despierta en algunos hombres una parte instintiva que les engancha y que, en algunos casos, puede salvarles la vida en situaciones inimaginables.
Las historias de supervivencia en el mundo del alpinismo dejan boquiabiertos a la mayoría de aficionados a esta disciplina. Una de las vivencias más impactantes de los últimos tiempos fue la relatada en el libro Tocando el vacío (Ediciones Desnivel) y en el posterior documental con el mismo nombre (2004). En ellos, Joe Simpson, un alpinista británico, narra su agónica aventura junto a su amigo Simon Yates en el Siula Grande (6.344 metros) en Perú en 1985.
Joe y Simon eran dos jóvenes montañistas de altura con experiencia en los Alpes. Atentos a cualquier reto al que pudieran enfrentarse, el Siula Grande y su cara occidental nunca escalada se convirtió en el escenario perfecto para demostrar sus habilidades.
Ya en el pie de la montaña, y con la compañía de Richard Hawkin, un joven inexperto que conocieron en el camino y que les cuidaría el campamento base, decidieron cuál sería el método de subida. Optaron por el estilo alpino, el que dominaban, y que les permitiría lograr la cima en poco tiempo acarreando sólo la mochila con algo de ropa, comida, material de escalada y bombonas de gas. Con este método se evitaban instalar más campamentos que el base y les permitiría cavar pequeñas cuevas en la nieve para dormir y fundir la nieve y así poder beber los cinco litros de agua que necesitaban al día.
La cara occidental del Siula Grande resultó ser mucho más compleja de lo que habían previsto. Pese a avanzar de forma muy ligera el primer día, el segundo se encontraron escalando grandes cornisas de nieve en polvo que evitaban encontrar puntos de apoyo. Envueltos en un temporal de nieve y viento, Joe y Simon pararon después de haber avanzado 50 metros en 6 horas. No fue hasta el tercer día cuando lograron coronar la cima. Pero lo peor estaba por llegar.
El 80% de los accidentes en alta montaña se producen en el descenso y ellos lo sabían. El cuarto día se quedaron sin gas, cosa que significaba no tener agua hasta su regreso al campamento base. La tormenta de nieve se recrudeció y, cuando creían haber superado el peor tramo, Joe cayó por una cornisa y se rompió la tibia derecha hasta la rodilla. Ambos sabían que, de seguir juntos, el final más probable era la muerte. Conscientes de que no podrían rescatarles, decidieron descender juntos. Con dos cuerdas de 50 metros atadas, Simon lograría bajar a Joe 100 metros aguantando su peso, Joe fijaría su posición con un piolet y Simon podría encontrarse con él de nuevo para repetir la misma operación. Era el primer rescate realizado por un solo hombre en una situación tan extrema.
La montaña, sin embargo, les deparaba más sorpresas. Sin darse cuenta, Yates hizo pasar a Simpson por encima del borde de una grieta. La pendiente pronunciada se convirtió en pared vertical y ya no tenía donde agarrarse. Simon aguantó a peso a su compañero durante dos eternas horas en medio de un temporal de viento y nieve. No se oían y tampoco sabían en qué punto se encontraba el otro. Yates pensaba que su compañero había muerto y, temiendo por su vida y sin poder hacer nada más, cortó la cuerda.
Milagrosamente, Joe sobrevivió a una caída de más de 50 metros y aterrizó en el fondo de una sima. Cuando vio la cuerda que se elevaba hasta la apertura de la grieta por la que había caído, tiró para saber si el cuerpo de su compañero se encontraba en el otro extremo, pero lo único que vio fue el extremo cortado. En ese momento se alegró por pensar que Simon probablemente seguiría vivo, pero supo que él no lo lograría. Se vio muerto, lleno de miedo, frustración y soledad.
Tras la búsqueda infructuosa de su amigo, Simon llegó tambaleándose al campamento el quinto día después de un dificilísimo descenso.
Mientras tanto, y ante la imposibilidad de escalar la sima, Joe descendió con sólo una pierna y con un dolor atroz hasta lo más profundo de la grieta y logró alcanzar una salida a duras penas. Ya en el exterior, el maltrecho montañista británico recorrió, arrastrándose y medio perdido, un glaciar plagado de grietas escondidas por la nieve. Lo único que le impulsaba a seguir era su instinto. Debía luchar con una deshidratación y desnutrición extremas y con una ceguera parcial debido a que sus corneas se quemaron por el sol. Además, seguía con un dolor insoportable en la pierna derecha.
La locura se apoderaba de su mente. El sexto día se convirtió para Simpson en un suplicio de dolor, pero la idea de sobrevivir le mantenía avanzando. El séptimo día, derrotado física y mentalmente, desfalleció y se abandonó a su delirio. Joe todavía recuerda cómo, en ese momento, en su cabeza solo había una cosa: una canción. Brown girl in the ring , de Bonney M, sonó en su mente de forma tan insistente que él solo pudo pensar “hay que joderse, voy a morir con Bonney M”.
Fue en ese instante que notó un olor que le resultó familiar. Estaba muy cerca del lugar que usaron como letrina en el campamento base y gastó los últimos resquicios de fuerza y esperanza en gritar desesperadamente a su compañero. Simon, incrédulo, le oyó y le encontró, y lo primero que escuchó por boca de Joe fue “yo hubiera hecho lo mismo”.
Durante los tres días de descenso, Joe perdió un tercio de su peso. Tras dos años y seis operaciones, Simpson volvió a escalar. A su regreso a Inglaterra Simon recibió durísimas críticas de la comunidad de escaladores, pero Joe siempre le defendió. El Siula Grande fue el escenario de una de las luchas más grandes intaladas en el sino de todo ser humano: el instinto de supervivencia. 







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