sábado, 19 de noviembre de 2016

LA VICTORIA MAS AMARGA DEL TOUR DE FRANCIA


Walkowiak: "Ojalá nunca hubiera ganado el Tour"
El nombre de Walkowiak va asociado a la victoria en el mundo del ciclismo, pero no a una victoria espectacular, sino a una victoria lograda por una fuga consentida por el resto de corredores. Sin embargo, los que han asociado ese nombre a ese tipo de victoria no saben el daño que se le llegó a hacer a esa persona, coincidiendo con su mayor
El Tour de 1956 iba a estar marcado por la ausencia de un gran líder, como era el ganador de las 3 ediciones anteriores, Louison Bobet. A esta ausencia había que añadir las de otros corredores que habían dominado las carreteras en los años anteriores, como eran el gran Fausto Coppi o Hugo Koblet. Esa ausencia iba a dejar como favoritos a corredores jóvenes como Gaul, o alguno como Bahamontes, que aún no estaba preparado para conseguir una victoria en las carreteras francesas. Precisamente esa ausencia de corredores importantes, unido a los factores que se fueron dando en la carretera, dejaron un resultado a final de la carrera más que sorprendente.
Por aquel entonces, el Tour de Francia aún se corría por equipos regionales, no así el resto de competiciones del año, y el equipo francés estaba capitaneado por el sprinter André Darrigade y por el también veterano Geminiani. En ese equipo también serían de la partida Jean Malléjac y fue incluido a última hora en el equipo Gilbert Bauvin. Eso iba a significar que un corredor entonces semi-desconocido no iba a tener hueco en el equipo principal francés y se iba a tener que buscar un hueco en el equipo de Nordeste-Centro. Ese ciclista que no iba a tener hueco en el equipo principal era Roger Walkowiak, y ese Tour de 1956 iba a cambiar para siempre su vida, aunque no necesariamente a mejor.

La ya mencionada ausencia de corredores de gran peso hizo que la carrera no tuviese ningún tipo de control por parte de ningún equipo, ya que todos buscaban el meter a sus hombres importantes en la fuga y no realizaban ningún tipo de control de la carrera. Las fugas eran diarias, y en ellas se podía ver a Darrigade, o De Bruyne,vencedores ambos en dos ocasiones en esas primeras etapas del Tour. En todas las etapas había habido fugas, formadas entre otros por varios corredores importantes, pero llegó la fatídica quinta etapa del Tour, una etapa que unía Rouen y Caen, donde se empezó a romper la carrera, ya que los favoritos no consiguieron meterse en ninguna fuga. Joseph Morvan fue el vencedor de esa etapa, venciendo en el sprint a gente como Fantini, Nolten, Bauvin o un corredor que se había colado en todas y cada una de las fugas de aquel Tour, Roger Walkowiak. Por detrás, muy atrás, llegaba en solitario uno de los favoritos, Bahamontes, a unos 10 minutos del vencedor, y mucho más retrasados llegó un grupo formado por Malléjac o Gaul, a unos 16 minutos. El Tour se había acabado para ellos, pero aún quedaba mucha carrera.

La siguiente etapa iba a ser otra tortura para el pelotón, puesto que de nuevo iba a llegar una fuga en la que se encontraría el líder momentáneo de la carrera, Darrigade y en la que de nuevo se había colado Walkowiak, quien paso a paso, se había situado quinto en la general, aunque eso sí, a más de 7 minutos del líder.

Pero la vida de Walkowiak iba a comenzar a cambiar en la séptima etapa, una etapa que se disputaría el miércoles 11 de julio, y que uniría las localidades de Loirent y Angers, en un recorrido de nada menos que 244 kilómetros. En esa etapa se iba a producir una fuga que iba a comenzar a cambiar el sino de la carrera. A Angers iba a llegar una fuga de 31 corredores, que iba a ser la que marcase el devenir de la carrera. En esa fuga no se iba a meter ninguno de los corredores a priori importantes de la carrera, aunque si iban a incluirse varios corredores que estaban bien colocados en la general de la carrera, el primero de esos corredores bien colocados sería Walkowiak, pero también habría gente como Padovan o Bauvin. La victoria de etapa correspondió a Fantini, siendo cuarto Bauvin y 19º Walkowiak, un Walkowiak que se iba a colocar como nuevo líder de la carrera. 29 años había tardado en hacer realidad su sueño deportivo. Su imagen llorando y abrazando al periodista que le entrevistaba fue portada al día siguiente en los periódicos locales, al tiempo que sollozaba un “es increíble... increible”.

Por su parte Darrigade, entre otros muchos corredores, iba a llegar a meta en el seno del pelotón, un pelotón que se iba a dejar aquel día en meta 18 minutos y 46 segundos, lo que les alejaba a un mundo en la general de la carrera, que quedaría comandada por Walkowiak, secundado por Picot a poco más de un minuto y ya con más de 11 de ventaja con Darrigade y más de 12 con su compañero de fuga aquel día, Bauvin.

3 jornadas duraría el amarillo en la espalda de Walkowiak, ya que las fugas seguían siendo las protagonistas de la carrera, y en ellas también se iba a meter el español Bahamontes, que recuperaría hasta 4 minutos al líder en la siguiente jornada.
La décima etapa, que llegaría a Bayona, sería en la que le arrebatarían el amarillo a Walkowiak, merced a una fuga en la que no iba a estar. Serían poco más de 14 minutos los que se dejaría en meta, llegando con el pelotón, pero a pesar de todo seguía metido en la general, estando colocado en séptima posición, a 9 minutos del nuevo líder, el polaco Voorting.

Las etapas que discurrirían por los Pirineos no descolocarían mucho la general, salvo por el hecho de que el maillot de líder pasó por las espaldas de Darrigade y de Adriaenssens, que sería quien lo luciría una vez se abandonasen los Pirineos.
Pero en la etapa anterior a la llegada de la carrera a los Alpes, una etapa de transición, Adriaenssens se dejaría más de 8 minutos en meta, debido a una fuga que dio tan privilegiada posición a Wagtmans y permitió que Walkowiak le adelantase también en la general, esta vez ya de forma definitiva.
En Sentinelle y en Sestriere la general se iba a aclarar mucho más, permaneciendo aún Wagtmans como líder de la carrera, pero ya con un estrecho margen con respecto a Walkowiak, Bauvin y Adriaenssens, por ese orden, separados entre sí por apenas 3 minutos.
La siguiente etapa, la 18ª, que finalizaba en Grenoble, tras 250 kilómetros de recorrido en los que se subían Croix de Fer y Luitel, sería definitiva para la carrera, ya que el líder iba a hundirse de forma estrepitosa, pero no iba a suceder igual con los siguientes 3 corredores de la general. Charly Gaulrealizaría ese día una exhibición, consiguiendo una victoria con más de 3 minutos de ventaja en la meta con respecto al segundo clasificado, Ockers, pero con 7 minutos y medio de ventaja con respecto a Bahamontes, Nencini y Walkowiak.
A Walkowiak ya solo le quedaba un peligro para ver cumplido su sueño de ser campeón del Tour de Francia, una contrarreloj de 73 kilómetros entre St. Étienne y Lyon, la cual iba a afrontarla con casi 3 minutos y medio de ventaja con respecto a Bauvin, más de 7 con el anterior líder, Wagtmans, y más de 8 con Adriaenssens. Pero esta se le iba a hacer larga, muy larga al líder de la carrera, y para más inri, sus perseguidores en la general iban a colocarse aquel día entre los 5 primeros corredores de la etapa. Finalmente aquel día pudo salvar el maillot de líder de cara a la clasificación final, que vencería por un minuto y 25 segundos con el segundo clasificado, Bauvin y 3 minutos y 44 segundos con Adriaenssens, tercero final. El Tour de Francia había ido a parar al palmarés de un corredor que no era conocido y que tan solo tenía una etapa en la Vuelta a España de ese año en su palmarés, lo que supuso la decepción de un público que ansiaba verle perder su privilegiada posición en la carrera, ay que no le consideraban como digno merecedor de tal honor.

Como definiría el director de la carrera, Jacques Goddet“la ovación del público más pareció una lamentación”. A nadie atraía el nuevo campeón de la prueba, que sucedía en el trono a corredores de la calidad de Bobet o sobre todo de Coppi, de los cuales no consideraba el público que fuese un digno heredero como campeón de la carrera.
Desde ese momento su vida fue un calvario, ya que le achacaron la culpa a él de ganar. No a los corredores que habían consentido sus diferentes fugas al comienzo de la carrera, sino a él por no querer ceder su privilegiada posición, por defenderse con uñas y dientes, y con mucha cabeza. Con su victoria había deshonrado al Tour, la carrera más importante del calendario. Y toda esa carga que hicieron contra su figura desde los propios aficionados a la prensa, Walkowiak no la llevó nada bien, ya que del anonimato había pasado a ser uno de los personajes más reconocidos del mundo del deporte en Francia, y era blanco de todas las críticas de la afición. Sus actuaciones posteriores en la carrera francesa tampoco ayudaron a mejorar su imagen de cara al público, ya que al año siguiente se retiró de la carrera (marchaba en la posición 18), y en el 58 finalizó a más de 4 horas del ganador, siendo el 75º de la clasificación general.

Dejó de hablar con la prensa, cayó en una profunda depresión y se intentó alejar de la vida pública, con una retirada deportiva algo prematura. Pero no había forma de mejorar su estado de ánimo. Algunos dicen que no salió de ese estado depresivo en que le sumió su victoria en el Tour hasta muchas décadas después. Ni siquiera el abrir un bar mejoró su estado, ya que en cuanto se corrió la voz de que lo había abierto, los aficionados fueron rápidamente al bar, pero no con ánimo de conocerle, sino para burlarse de él. Ese fue el golpe definitivo para Roger, que cerró su bar y volvió a trabajar a la vieja fábrica de coches de Montluçon, su pueblo natal, en la que había trabajado cuando era joven.
No volvió a saberse nada de la persona de Walkowiak hasta finales de los años 90, cuando por fin aceptó volver a enfrentarse a una cámara. En aquella entrevista surgieron diversos temas, anécdotas que contaba el campeón, hasta que el periodista le preguntó acerca del Tour en el que venció. Las respuestas del francés fueron contundentes:“Nunca hablo de aquel Tour, ni siquiera con mi mujer” “Ojalá nunca hubiera ganado el Tour”. A las respuestas sucedieron varios segundos de silencio, hasta que tapándose la cara, Walkowiak rompió a llorar. Sin poder contener el llanto, pudo decir una frase más: “Nadie sabe cuanto sufrí”.

Esas y otras confesiones de Roger Walkowiak, en las que habla acerca de esa fatídica victoria en el Tour de Francia forman parte del libro Roger Walkowiak, le maillot jaune assassine, un libro escrito por Jean-Paul Ollivier.
General del Tour Francia 1956:
1- Roger Walkowiak (Francia, Nordeste-Central) 124horas 1minuto 16segundos
2- Gilbert Bauvin (Francia) a 1´ 25´´
3- Jan Adriaenssens (Bélgica) a 3´ 44´´
4- Federico Bahamontes (España) a 10´ 14´´
5- Nino Defilippis (Italia) a 10´ 25´´
6- Wout Wagtmans (Holanda) a 10´ 59´´
7- Nello Lauredi (Francia Sur-Este) a 14´ 1´´
8- Stan Ockers (Bélgica) a 16´ 52´´
9- René Privat (Francia) a 22´ 59´´
10- Alves Barbosa (Luxemburgo) a 26´ 3´
Fuente: valvet.com´

LA VICTORIA MAS AMARGA DEL TOUR DE FRANCIA


Walkowiak: "Ojalá nunca hubiera ganado el Tour"
El nombre de Walkowiak va asociado a la victoria en el mundo del ciclismo, pero no a una victoria espectacular, sino a una victoria lograda por una fuga consentida por el resto de corredores. Sin embargo, los que han asociado ese nombre a ese tipo de victoria no saben el daño que se le llegó a hacer a esa persona, coincidiendo con su mayor
El Tour de 1956 iba a estar marcado por la ausencia de un gran líder, como era el ganador de las 3 ediciones anteriores, Louison Bobet. A esta ausencia había que añadir las de otros corredores que habían dominado las carreteras en los años anteriores, como eran el gran Fausto Coppi o Hugo Koblet. Esa ausencia iba a dejar como favoritos a corredores jóvenes como Gaul, o alguno como Bahamontes, que aún no estaba preparado para conseguir una victoria en las carreteras francesas. Precisamente esa ausencia de corredores importantes, unido a los factores que se fueron dando en la carretera, dejaron un resultado a final de la carrera más que sorprendente.
Por aquel entonces, el Tour de Francia aún se corría por equipos regionales, no así el resto de competiciones del año, y el equipo francés estaba capitaneado por el sprinter André Darrigade y por el también veterano Geminiani. En ese equipo también serían de la partida Jean Malléjac y fue incluido a última hora en el equipo Gilbert Bauvin. Eso iba a significar que un corredor entonces semi-desconocido no iba a tener hueco en el equipo principal francés y se iba a tener que buscar un hueco en el equipo de Nordeste-Centro. Ese ciclista que no iba a tener hueco en el equipo principal era Roger Walkowiak, y ese Tour de 1956 iba a cambiar para siempre su vida, aunque no necesariamente a mejor.

La ya mencionada ausencia de corredores de gran peso hizo que la carrera no tuviese ningún tipo de control por parte de ningún equipo, ya que todos buscaban el meter a sus hombres importantes en la fuga y no realizaban ningún tipo de control de la carrera. Las fugas eran diarias, y en ellas se podía ver a Darrigade, o De Bruyne,vencedores ambos en dos ocasiones en esas primeras etapas del Tour. En todas las etapas había habido fugas, formadas entre otros por varios corredores importantes, pero llegó la fatídica quinta etapa del Tour, una etapa que unía Rouen y Caen, donde se empezó a romper la carrera, ya que los favoritos no consiguieron meterse en ninguna fuga. Joseph Morvan fue el vencedor de esa etapa, venciendo en el sprint a gente como Fantini, Nolten, Bauvin o un corredor que se había colado en todas y cada una de las fugas de aquel Tour, Roger Walkowiak. Por detrás, muy atrás, llegaba en solitario uno de los favoritos, Bahamontes, a unos 10 minutos del vencedor, y mucho más retrasados llegó un grupo formado por Malléjac o Gaul, a unos 16 minutos. El Tour se había acabado para ellos, pero aún quedaba mucha carrera.

La siguiente etapa iba a ser otra tortura para el pelotón, puesto que de nuevo iba a llegar una fuga en la que se encontraría el líder momentáneo de la carrera, Darrigade y en la que de nuevo se había colado Walkowiak, quien paso a paso, se había situado quinto en la general, aunque eso sí, a más de 7 minutos del líder.

Pero la vida de Walkowiak iba a comenzar a cambiar en la séptima etapa, una etapa que se disputaría el miércoles 11 de julio, y que uniría las localidades de Loirent y Angers, en un recorrido de nada menos que 244 kilómetros. En esa etapa se iba a producir una fuga que iba a comenzar a cambiar el sino de la carrera. A Angers iba a llegar una fuga de 31 corredores, que iba a ser la que marcase el devenir de la carrera. En esa fuga no se iba a meter ninguno de los corredores a priori importantes de la carrera, aunque si iban a incluirse varios corredores que estaban bien colocados en la general de la carrera, el primero de esos corredores bien colocados sería Walkowiak, pero también habría gente como Padovan o Bauvin. La victoria de etapa correspondió a Fantini, siendo cuarto Bauvin y 19º Walkowiak, un Walkowiak que se iba a colocar como nuevo líder de la carrera. 29 años había tardado en hacer realidad su sueño deportivo. Su imagen llorando y abrazando al periodista que le entrevistaba fue portada al día siguiente en los periódicos locales, al tiempo que sollozaba un “es increíble... increible”.

Por su parte Darrigade, entre otros muchos corredores, iba a llegar a meta en el seno del pelotón, un pelotón que se iba a dejar aquel día en meta 18 minutos y 46 segundos, lo que les alejaba a un mundo en la general de la carrera, que quedaría comandada por Walkowiak, secundado por Picot a poco más de un minuto y ya con más de 11 de ventaja con Darrigade y más de 12 con su compañero de fuga aquel día, Bauvin.

3 jornadas duraría el amarillo en la espalda de Walkowiak, ya que las fugas seguían siendo las protagonistas de la carrera, y en ellas también se iba a meter el español Bahamontes, que recuperaría hasta 4 minutos al líder en la siguiente jornada.
La décima etapa, que llegaría a Bayona, sería en la que le arrebatarían el amarillo a Walkowiak, merced a una fuga en la que no iba a estar. Serían poco más de 14 minutos los que se dejaría en meta, llegando con el pelotón, pero a pesar de todo seguía metido en la general, estando colocado en séptima posición, a 9 minutos del nuevo líder, el polaco Voorting.

Las etapas que discurrirían por los Pirineos no descolocarían mucho la general, salvo por el hecho de que el maillot de líder pasó por las espaldas de Darrigade y de Adriaenssens, que sería quien lo luciría una vez se abandonasen los Pirineos.
Pero en la etapa anterior a la llegada de la carrera a los Alpes, una etapa de transición, Adriaenssens se dejaría más de 8 minutos en meta, debido a una fuga que dio tan privilegiada posición a Wagtmans y permitió que Walkowiak le adelantase también en la general, esta vez ya de forma definitiva.
En Sentinelle y en Sestriere la general se iba a aclarar mucho más, permaneciendo aún Wagtmans como líder de la carrera, pero ya con un estrecho margen con respecto a Walkowiak, Bauvin y Adriaenssens, por ese orden, separados entre sí por apenas 3 minutos.
La siguiente etapa, la 18ª, que finalizaba en Grenoble, tras 250 kilómetros de recorrido en los que se subían Croix de Fer y Luitel, sería definitiva para la carrera, ya que el líder iba a hundirse de forma estrepitosa, pero no iba a suceder igual con los siguientes 3 corredores de la general. Charly Gaulrealizaría ese día una exhibición, consiguiendo una victoria con más de 3 minutos de ventaja en la meta con respecto al segundo clasificado, Ockers, pero con 7 minutos y medio de ventaja con respecto a Bahamontes, Nencini y Walkowiak.
A Walkowiak ya solo le quedaba un peligro para ver cumplido su sueño de ser campeón del Tour de Francia, una contrarreloj de 73 kilómetros entre St. Étienne y Lyon, la cual iba a afrontarla con casi 3 minutos y medio de ventaja con respecto a Bauvin, más de 7 con el anterior líder, Wagtmans, y más de 8 con Adriaenssens. Pero esta se le iba a hacer larga, muy larga al líder de la carrera, y para más inri, sus perseguidores en la general iban a colocarse aquel día entre los 5 primeros corredores de la etapa. Finalmente aquel día pudo salvar el maillot de líder de cara a la clasificación final, que vencería por un minuto y 25 segundos con el segundo clasificado, Bauvin y 3 minutos y 44 segundos con Adriaenssens, tercero final. El Tour de Francia había ido a parar al palmarés de un corredor que no era conocido y que tan solo tenía una etapa en la Vuelta a España de ese año en su palmarés, lo que supuso la decepción de un público que ansiaba verle perder su privilegiada posición en la carrera, ay que no le consideraban como digno merecedor de tal honor.

Como definiría el director de la carrera, Jacques Goddet“la ovación del público más pareció una lamentación”. A nadie atraía el nuevo campeón de la prueba, que sucedía en el trono a corredores de la calidad de Bobet o sobre todo de Coppi, de los cuales no consideraba el público que fuese un digno heredero como campeón de la carrera.
Desde ese momento su vida fue un calvario, ya que le achacaron la culpa a él de ganar. No a los corredores que habían consentido sus diferentes fugas al comienzo de la carrera, sino a él por no querer ceder su privilegiada posición, por defenderse con uñas y dientes, y con mucha cabeza. Con su victoria había deshonrado al Tour, la carrera más importante del calendario. Y toda esa carga que hicieron contra su figura desde los propios aficionados a la prensa, Walkowiak no la llevó nada bien, ya que del anonimato había pasado a ser uno de los personajes más reconocidos del mundo del deporte en Francia, y era blanco de todas las críticas de la afición. Sus actuaciones posteriores en la carrera francesa tampoco ayudaron a mejorar su imagen de cara al público, ya que al año siguiente se retiró de la carrera (marchaba en la posición 18), y en el 58 finalizó a más de 4 horas del ganador, siendo el 75º de la clasificación general.

Dejó de hablar con la prensa, cayó en una profunda depresión y se intentó alejar de la vida pública, con una retirada deportiva algo prematura. Pero no había forma de mejorar su estado de ánimo. Algunos dicen que no salió de ese estado depresivo en que le sumió su victoria en el Tour hasta muchas décadas después. Ni siquiera el abrir un bar mejoró su estado, ya que en cuanto se corrió la voz de que lo había abierto, los aficionados fueron rápidamente al bar, pero no con ánimo de conocerle, sino para burlarse de él. Ese fue el golpe definitivo para Roger, que cerró su bar y volvió a trabajar a la vieja fábrica de coches de Montluçon, su pueblo natal, en la que había trabajado cuando era joven.
No volvió a saberse nada de la persona de Walkowiak hasta finales de los años 90, cuando por fin aceptó volver a enfrentarse a una cámara. En aquella entrevista surgieron diversos temas, anécdotas que contaba el campeón, hasta que el periodista le preguntó acerca del Tour en el que venció. Las respuestas del francés fueron contundentes:“Nunca hablo de aquel Tour, ni siquiera con mi mujer” “Ojalá nunca hubiera ganado el Tour”. A las respuestas sucedieron varios segundos de silencio, hasta que tapándose la cara, Walkowiak rompió a llorar. Sin poder contener el llanto, pudo decir una frase más: “Nadie sabe cuanto sufrí”.

Esas y otras confesiones de Roger Walkowiak, en las que habla acerca de esa fatídica victoria en el Tour de Francia forman parte del libro Roger Walkowiak, le maillot jaune assassine, un libro escrito por Jean-Paul Ollivier.
General del Tour Francia 1956:
1- Roger Walkowiak (Francia, Nordeste-Central) 124horas 1minuto 16segundos
2- Gilbert Bauvin (Francia) a 1´ 25´´
3- Jan Adriaenssens (Bélgica) a 3´ 44´´
4- Federico Bahamontes (España) a 10´ 14´´
5- Nino Defilippis (Italia) a 10´ 25´´
6- Wout Wagtmans (Holanda) a 10´ 59´´
7- Nello Lauredi (Francia Sur-Este) a 14´ 1´´
8- Stan Ockers (Bélgica) a 16´ 52´´
9- René Privat (Francia) a 22´ 59´´
10- Alves Barbosa (Luxemburgo) a 26´ 3´´

martes, 8 de noviembre de 2016

IV ULTRA TRAIL GRAN VUELTA AL VALLE DEL GENAL



 “Yo hago lo que tu no puedes
 y tu  haces lo que yo no puedo. 
Juntos podemos hacer grandes cosas.”
 
¡ Regad con vuestro sudor nuestra cosecha!  Aquí tenéis nuestro valle ¡¡¡CONQUISTADLO!!!  La garganta de Chito desgarra la madrugada, en la de los corredores un nudo, frontales iluminando ilusiones con la esperanza de que el camino no las apague, primeros pasos por Gaucin que nos llevan al Castillo, en las mentes castillos en el aire con el deseo de que no los derrumbe el viento del Valle, no hay duda, se dejaran el alma para que eso no ocurra.  El capitán marca la primera muesca, el Rio Genal hace de columna vertebral al recorrido donde miles, millones de Castaños comienzan a vestirse de ocre, el Valle de Cobre lo llaman, ahí vamos nosotros, somos uno pero somos cuatro, definitivamente cuatro corazones, ocho piernas pero un solo individuo, mucha prudencia en los primeros compases nos eleva al Jardón, un poco de niebla que viene a recordarnos que ahí está su casa aunque el viento de levante no la deja hoy quedarse. Aquí se escondía la trampa, cada año esta carrera es un viaje muy diferente, donde todos veíamos que empezar con lo más duro del recorrido lo haría más benevolente se convirtió en todo lo contrario, el desgaste inicial se haría patente mas tarde haciendo mella en los maltrechos cuerpos, nosotros lo teníamos claro, siempre, pero especialmente en equipo resistir es vencer, avanzando con paso firme, nuestra guerra era con nosotros mismos, conscientes de nuestras fortalezas y debilidades, o sea de nuestras circunstancias. Genaguacil, cabecera del rio y del Valle es el punto de inflexión donde se empieza a encarar  “el otro lado”, tras los Riscos, islote de afilada caliza, el azul pitufo de Juzcar nos ofrece vituallas y breve descanso para reanudar la marcha, vamos templando pero en la manga un as escondido, un puntito guardado, cae la noche al llegar a Alpandeire, si uno flaquea todos flaqueamos, seguimos siendo uno, y pasamos Atajate, cansados como no puede ser de otra manera a estas alturas pero con fuerzas para sacar el as escondido, subir esa marcha y empezar a pasar compañeros a los que los kilómetros comienzan a medirle mas de mil metros, a los que la ansiada meta de Gaucín se les antoja mucho mas lejos que momentos antes. Seguimos hasta las últimas subidas donde por momentos somos prudentes y por momentos nos pueden las ganas de llegar, y allí, mas ricos, mucho mas ricos que 21 horas antes volvemos a ver el Castillo, trote firme y porque no, orgulloso nos lleva a cruzar la meta, hemos resistido, abrazos, risas, HEMOS VENCIDO 
P.D: por siempre agradecido a Luis Amores, Pepe Godoy y Juanma Urbano por ser grandisimos compañeros en este viaje.


viernes, 12 de agosto de 2016

Sentirse libre (Subida al Veleta Plus Ultra)


Esta vez la crónica corresponde a Javier Hernández Sansalvador, padre de la criatura, un honor salir en el mítico blog de los Croquetas, sabor a tiempos del foro del atleta. 

Sentirse libre (Subida al Veleta Plus Ultra)


13880286_10207387233303777_419191300230664_n
Hace unos años, no muchos, no había redes sociales y a los que nos gustaban estas experiencias deportivas estábamos ya en contacto por medio de los foros. Yo entraba habitualmente en el foro EL ATLETA y muchos de los que estábamos ahí conectados ahora somos ya viejos conocidos, hemos hecho muchos kilómetros juntos. Pero una quedada veraniega propuesta por Mark Woolley me haría descubrir otra faceta del deporte que hasta ese momento no me había planteado. Quedamos en Motril un buen grupo de aficionados y subimos desde la playa hasta el Mulhacén, aquello me costó lo suyo, pero me abrió la mente hacia otra manera de disfrutar del deporte. En aquella ocasión desconocía el camino, los senderos, no había estado en el Mulhacén nunca, fue todo nuevo y excitante.
13908831_10207387226903617_6241273356425091109_o
Aquella subida se repitió otro año, aquella vez con el aliciente de dormir al raso en el Hoyo del Portillo y disfrutar de temperaturas gélidas en pleno mes de junio. Y se me ocurrió… ¿porqué dar la vuelta sobre nuestros pasos?¿porqué no continuar hasta Granada pasando por el Veleta?13912547_10207387230343703_4750583271390856798_nEl silencio del Sierra Nevada me encanta, me ha marcado, y no me deja de sorprender cada vez que subo por allí. Esa sensación de soledad en la altura y su posterior encuentro de nuevo con la otra parte es lo que buscaba, es como hacer un viaje en el que atraviesas un gran desierto.
IMG_3196
Quedamos hace dos años para hacerlo, éramos tres: Paco Contreras, Pedro j. Dominguez y un servidor. Mark Woolley y Nicolás Kierdelewicz salieron desde el Hoyo de la Mora a nuestro encuentro en el Mulhacén, nos acompañarían hasta sus coches de vuelta y nos darían apoyo hasta Granada, ya que no hay agua ni sitios para avituallarse.
La experiencia no salió bien, hubo una suma de desdichas: elegimos mal la hora de salida ya que no tuvimos en cuenta que nos podría coger la noche en la montaña, cosa que ocurrió; nos falló el alojamiento para descansar la noche previa y tuvimos que dormir en la furgo de Pedro, mi cuerpo no respondió bien al no haber podido descansar bien pues tuve guardia nocturna el día anterior, extraviamos durante horas las llaves del coche que habíamos dejado en el Hoyo del Portillo para poder coger la ropa para la montaña y por último el frío nocturno. Yo llegué hasta el coche y Pedro junto a Paco llegaron hasta el Hoyo de la Mora en compañía de Mark y Nico.
IMG_3215Con esa primera experiencia y sin querer involucrar a mucha gente para no ponerlos en compromiso le propuse a Pedro al año repetir el intento, pero esta vez sumando a la Subida al Veleta nuestro deseo de llegar a la playa, es decir al contrario. Facilitaba mucho la logística el que tuviéramos cubiertos los primeros 50 kilómetros y la mochila nos estaría esperando en la meta del Veleta. El único trozo que teníamos que reforzar en avituallamiento esa Órgiva-Motril, cosa que hice dejando agua escondida en unos puntos.
Para Pedro era su primera Subida, para mí la octava, y tuvo la mala fortuna de hacerse daño en un tobillo, a eso se le sumaba que había inestabilidad en el tiempo ya que había amenaza de tormenta eléctrica. Descartamos de nuevo hacerlo y lo volvimos a aplazar.
IMG_3221Y llegó el 2016, en el que estaba convencido que nos saldría. Convocamos a Manuel Tenllado, pero a última hora no pudo venir, razones familiares. Pedro y yo de nuevo nos apuntamos a la Subida y nos propusimos ir juntos hasta el Veleta, en la carrera, por el camino nos juntamos con Álvaro Pumwooky al cual procuramos distraer un poco en su primera Subida para que pudiera llegar a la meta sin pensarlo mucho, y por supuesto con Óscar Sáez que disfrutó de la Subida tanto o más de lo que le había aconsejado.IMG_3226
Al llegar al Veleta, a la meta, con un tiempo discreto (fuimos muy reservones) cogimos nuestras mochilas, yo me cambié incluso de zapatilas, y nos acercamos al punto geodésico del Veleta, era nuestro primer objetivo.
Luego nos encaminamos hacia el Mulhacén donde llegamos tres horas más tarde, en ese camino no podíamos correr, no teníamos muchas fuerzas. Pedro conocía pasos que hicieron más ameno el recorrido aunque la subida desde La Caldera se hizo eterna…
Esta vez pudimos disfrutar del Mulhacén para nosotros solos, eran las 6 de la tarde y por unos instantes éramos los individuos situados a mayor altura en toda la Península Ibérica. Desde allí la visibilidad no era tan buena como otras veces pero las vistas impresionan, es alucinante poder ver desde el mismo sitio Guadix y la Bahía de Algeciras, como si estuviéramos sobre un mapa de la zona.IMG_3230Nuestro siguiente objetivo era estar en Capileira antes de que cayera la noche, allí podríamos tomar algo en un bar y luego afrontar el trozo mas asfaltero. En el Hoyo del Portillo me cambié de nuevo las zapatillas y me dí cuenta de que me había hecho daño en un dedo, nada grave, pero molestaba. De nuevo Pedro me enseñó el sendero que lleva hasta Capileira, las veces que yo había subido lo había hecho por el carril y haciendo mas kilómetros, y es que en las anteriores quedadas me quedé atrás y nadie me había explicado bien que se podía ir fuera del carril.
IMG_3242
Cumpliendo nuestras previsiones llegamos a Capileira justo cuando la oscuridad se imponía con su presencia, nos sentamos en un bar y nos metimos en el cuerpo un bocadillo de alta calidad, sabíamos que los 55km que quedaban eran todo de asfalto y teníamos que estar repuestos.13975508_10207387228983669_2288734405973662357_oEl tramo Capileira-Órgiva, unos 20km, se hizo relativamente rápido, pero el sueño empezaba a pegarme golpecitos en las gafas. Es mi gran enemigo, o puedo dominarlo, Pedro no lo notaba afectado y me daba charla amena y agradable para que no cayera en la morriña. Llegamos en unas dos horas y poco.
IMG_3246Atravesamos Órgiva en completa soledad, nadie nos esperaba, paramos en una máquina dispensadora de Coca-Cola para poder aprovechar su cafeína pero no la notaba. A la salida del pueblo hacia Vélez de Benaudalla el reloj de Pedro marcó 101km, bonita cifra.
Empezamos el tramo que temía, son 35km solitarios y en plan sube y baja. Yo tenía un bajón importante y Pedro me animaba constantemente. Tras tomar otro refresco de Cola que había escondido decidí que debíamos separarnos. Pedro debía estar en Marbella a las 11, tenía compromisos y esa esclavitud horaria empezó a agobiarme por lo que le propuse que tirara, cosa que hizo y la verdad que me vino bien, nos vino bien.
Ya estando sólo me liberé de la presión de llegar a una hora y me dediqué a trotar/andar tal como me dejaba mi somnolencia, no iba del todo mal, no había otra opción, AJO&AGUA, ya llegaré. Recibí una llamada de Pedro para consultarme una duda en un cruce y pude saber por donde iba, la verdad es que no paró de correr y eso hizo que me sacara más de una hora. Cuando yo me acercaba a la N340 Pedro me saludó desde su coche, se iba a su casa. Yo me dirigí hacia la playa desviándome hacia la derecha, buscaba las playas de Salobreña, donde llegué exactamente a las 7:15 de la mañana tras 24 horas justas desde cuando salimos de Granada.
IMG_3255No llegué mal, estaba mas dormido que cansado y es que Morfeo es mi gran enemigo, siempre lo ha sido. Adormilado me repetía en la cabeza: “lo hemos conseguido y que bien lo hemos pasado”.
Y encima me sentí siempre seguro de ir acompañado por una persona de la categoría de este ubriqueño afincado en Marbella: hombre prudente, fuerte y gran conversador, de una categoría humana enorme y con unos valores muy similares a los míos con el cual fue realmente agradable pasar el día, y con el que seguro compartiré muchos mas kilómetros pues es mi gran complemento en estas cosas.
Puede resultar complicado para el que no participa en este mundo entender mis sentimientos, una vez mi amigo Iván lo comparó a la sensación que se tiene al ver a una persona que baila con cascos, el que no escucha la música difícilmente lo puede entender, pero Pedro y yo nos sentíamos RICOS, no porque hubiera aumentado nuestra riqueza económica sino porque habíamos acumulado otra experiencia, habíamos atravesado Sierra Nevada Norte-Sur (más o menos), habíamos escuchado su silencio, habíamos compartido la tarde con cabras autóctonas, habíamos sentido el sol achicharrando nuestra piel, habíamos visto el brillo de las micas, habíamos reído, habíamos liberado tensiones, nos habíamos sentido libres

viernes, 1 de julio de 2016

EL GRANDÍSIMO VALOR DE LOS PEQUEÑOS GESTOS


Esta foto tirada hace una semana tiene su origen en los últimos 90s del siglo pasado, tres micas que apenas levantaban un palmo del suelo participaban en el dia de la bicicleta en Ubrique, como es tradición el 28 de febrero día de Andalucía, y como siempre a cargo de la federación de asociaciones de vecinos, pues bien, alguien ahí tuvo la feliz idea de regalar un plantón de árbol a cada niño participante, este álamo y estos  pinos se los dieron a Ágata,Andrea y Reme que plantaron en Tavizna, unos 18 años más tarde ellas son tres mujeres que han crecido en el amor y respeto a la naturaleza, los árboles nos dan sombra y oxígeno, vida. Un pequeño gesto que reafirma la teoría del " actúa localmente, piensa globalmente. Aunque sólo hubiesen sobrevivido estos tres ya mereció la pena.
P.D. No se me olvida que se los entregó Juan Carlos Naranjo siempre implicado en actividades juveniles y vecinales, gracias.

viernes, 22 de abril de 2016

PRIMER ESPAÑOL EN PODIO DEL TOUR- BERNARDO RUIZ " EL PIPA"

    



Antes de que la historia registrase su nombre como el primer español en un podio del Tour, Bernardo Ruíz ya sabía lo que era tener callos en las manos. Lidió en la recogida del cáñamo, construyó carreteras a pie de obra, picó canteras, labró la huerta... Eran otros tiempos que hoy suenan al pleistoceno. Es la historia de Bernardo Ruíz, un superviviente de la Guerra Civil que descubrió su El dorado con el estraperlo.
Bernardo Ruíz Navarrete nació en Orihuela en 1925. Procedente de una familia muy humilde, empezó a trabajar muy pronto en el campo y repartiendo frutas y verduras. Como muchos de los muchachos de la época, empezó a utilizar una vieja bicicleta, de más de 20 kilos para realizar su quehacer diario. Un día, el dueño de un taller de bicicletas, Juan Iborra, le vio mover esa pesada bici por las cuestas de Orihuela y al ver la calidad del chaval,  le ofreció una bici menos pesada y más moderna para poder entrenarse y competir.
Bernardo Ruíz conoció el Tour por necesidad. Había hambruna, se corría para comer, era una España de subsistencia pura y dura.
De chaval, Bernardo tenía una bici. Su padre, un carro. Había terminado la Guerra. Las despensas estaban vacías. Bernardo Ruiz iba y venía cada día de Orihuela a Cartagena. Setenta kilómetros de ciudad a ciudad por carreteras de tierra, infestadas de patrullas de la Guardia Civil que buscaban a los pasajeros del estraperlo. Esa colonia de supervivientes que compraba tabaco y aceite. Trigo o maíz que molían en el molino y vendían luego en el interior de las casas. Cualquier artículo de primera necesidad en tiempos fugitivos. En ese paisaje desconocido para las generaciones de hoy, historias de bisabuelos casi más que de abuelos, Bernardo Ruíz era el espía avanzado. Él se adelantaba a su padre y su hermano, y con su bici daba aviso del peligro a los carros.
"Me sacaba ocho o nueve pesetas al día", recuerda. Tantos kilómetros hizo de Orihuela a Cartagena, tantos días se machacó en busca del pan, que cinceló unas piernas de hierro por esos caminos que trituraban los antebrazos. "Pero si no había asfalto en España por entonces", dice hoy.
Así las cosas, Bernardo Ruíz empezó a correr carreras locales y regionales a los 18 años, con una bicicleta que le regaló su hermano Tomas. Ello le permitía ganar un dinerillo extra ante los escasos recursos que le aportaba su trabajo.  Pronto empezó a destacar y a ganar carreras, como la Vuelta a Valencia, en 1944 y 1945. En ese año de 1945, la Volta a Catalunya, la carrera más antigua de España, celebraba su 25 aniversario y Bernardo pudo participar en ella gracias a una suscripción popular en Orihuela y pueblos aledaños. Llegó a Barcelona con 350 pesetas, corrió sin equipo y… ganó.  Esa victoria le permitió ganar 17.000 pesetas con las que se hizo profesional.


Participó en la Vuelta a España, carrera que ganó brillantemente en 1948, con sólo 23 años, demostrando su poderío al vencer también el Gran Premio de la Montaña y 3 etapas. “El Pipa”, un corredor que nunca pinchaba, se aprovechó de un pinchazo de su gran rival, el vasco Dalmacio Langarica, en la 12ª etapa entre Bilbao y San Sebastián, para hacerse con el maillot de líder y no abandonarlo hasta Madrid.
Sin españoles en el Tour desde 1938, el régimen franquista quería internacionalizarse y decidió, en 1949,  enviar un equipo nacional donde no podían faltar Ruiz y Langarica, junto con Julián Berrendero, único superviviente del equipo de 1938 y vencedor de etapa en 1937. La experiencia se saldó en fracaso al abandonar los seis componentes antes de la 6ª etapa, decidiendo no participar al año siguiente.


Un paraíso en Francia
Conoció el Tour en 1948. Y aquella carrera tortuosa por Francia, pavés y ladrillo en el norte, carreteras bombeadas como barrigas por el centro del país, caminos de tierra en los Pirineos y los Alpes, le pareció un paraíso comparado con España. "Los hoteles estaban muy bien y en los avituallamientos nos daban pastelillos de arroz, bocadillos de jamón, frutos secos, agua y té. Había mucho asfalto de galipote, como de cristal. Era un milagro que nadie se matase en los descensos. No había compañeros. Todos nos peleábamos entre sí en los equipos. Se corría para ganar. Todo eso de la regularidad y la combatividad es una tontería".
"El Tour, ¡qué carrera! Lo único que tenías seguro en el Tour es que nunca te podías perder. La gente formaba un cordón desde la salida a la meta. Era la fiesta nacional francesa, el deporte del pueblo. Luego vino el fútbol... En 1949 abandonamos todo el equipo español en pleno. Fue una deshonra. Nos querían matar al llegar a España. Nos subimos todos al camión. No había coches de equipo. El ejército francés nos daba un jeep blanco que había que esconder por la noche. Lo guardaban los gendarmes y nos lo entregaban a la mañana siguiente. Esto era porque los exiliados españoles nos ponían a caldo. Nos llamaban franquistas, nos querían pegar, nos decían de todo".
Fue tres veces campeón de España en ruta (1946, 48 y 51) y una de montaña (1958). Y ganó la Vuelta a España 1948.
La historia rural del ciclismo, el deporte popular. "Fui el primer corredor profesional en España -cuenta orgulloso-. En el año 50 el sueldo ya me llegaba para vivir bien".
De vuelta en 1951, nuestro Bernardo Ruiz se erigió en gran protagonista de la gran ronda francesa, al ganar 2 etapas de montaña y terminado 9º en la general final  justo por delante del gran Coppi. Era la primera vez que un español ganaba dos etapas en el mismo Tour. En ambas, “Bernardino” (como empezaban a conocerle en Francia) ganó escapado salvando cuantos puertos de montaña se le pusieron por delante.
En el Tour de aquel año, Fausto Coppi acudía con sed de venganza después de su decepcionante actuación en 1951. Y lo consiguió, sumando su segundo doblete Giro-Tour, algo inaudito en aquel momento. “Il campionissimo” se enfundaría el maillot amarillo tras una gran exhibición en la 10ª etapa, con llegada al ahora mítico Alpe d’Huez. Bernardo Ruiz, líder del equipo español, no tuvo su día, pero al día siguiente llegó tras el genio italiano e inició una remontada merced a una gran regularidad. Una descollante actuación en la última contrarreloj, de 63 kms, le permitó adelantar a dos vencedores del Tour como Gino Bartali y Jean Robic y auparse al tercer puesto definitivo, tras Coppi y el belga Stan Ockers.
Este éxito sin precedentes del ciclista oriolano, aunque quedó un poco ensombrecido al coincidir con la celebración del los Juegos Olímpicos de Helsinki, supuso el espaldarazo definitivo para el ciclismo español. Tan solo dos años después, en 1954, debutaba en el Tour un tal Federico Martín Bahamontes, ganando por primera vez el Gran Premio de la Montaña. El toledano entraría en la leyenda pocos años después al ganar el Tour, en 1959.
La irrupción de Bahamontes y de su gran rival Jesús Loroño colocó de inmediato a “El Pipa” en un segundo plano, pero eso no evitó que en 1955 consiguiera otro hito: ser el primer español en vencer en una etapa del Giro de Italia.

Fuente: Ciclografías.

PRIMER ESPAÑOL EN PODIO DEL TOUR- BERNARDO RUIZ " EL PIPA"

    

Antes de que la historia registrase su nombre como el primer español en un podio del Tour, Bernardo Ruíz ya sabía lo que era tener callos en las manos. Lidió en la recogida del cáñamo, construyó carreteras a pie de obra, picó canteras, labró la huerta... Eran otros tiempos que hoy suenan al pleistoceno. Es la historia de Bernardo Ruíz, un superviviente de la Guerra Civil que descubrió su El dorado con el estraperlo.
Bernardo Ruíz Navarrete nació en Orihuela en 1925. Procedente de una familia muy humilde, empezó a trabajar muy pronto en el campo y repartiendo frutas y verduras. Como muchos de los muchachos de la época, empezó a utilizar una vieja bicicleta, de más de 20 kilos para realizar su quehacer diario. Un día, el dueño de un taller de bicicletas, Juan Iborra, le vio mover esa pesada bici por las cuestas de Orihuela y al ver la calidad del chaval,  le ofreció una bici menos pesada y más moderna para poder entrenarse y competir.
Bernardo Ruíz conoció el Tour por necesidad. Había hambruna, se corría para comer, era una España de subsistencia pura y dura.
De chaval, Bernardo tenía una bici. Su padre, un carro. Había terminado la Guerra. Las despensas estaban vacías. Bernardo Ruiz iba y venía cada día de Orihuela a Cartagena. Setenta kilómetros de ciudad a ciudad por carreteras de tierra, infestadas de patrullas de la Guardia Civil que buscaban a los pasajeros del estraperlo. Esa colonia de supervivientes que compraba tabaco y aceite. Trigo o maíz que molían en el molino y vendían luego en el interior de las casas. Cualquier artículo de primera necesidad en tiempos fugitivos. En ese paisaje desconocido para las generaciones de hoy, historias de bisabuelos casi más que de abuelos, Bernardo Ruíz era el espía avanzado. Él se adelantaba a su padre y su hermano, y con su bici daba aviso del peligro a los carros.
"Me sacaba ocho o nueve pesetas al día", recuerda. Tantos kilómetros hizo de Orihuela a Cartagena, tantos días se machacó en busca del pan, que cinceló unas piernas de hierro por esos caminos que trituraban los antebrazos. "Pero si no había asfalto en España por entonces", dice hoy.
Así las cosas, Bernardo Ruíz empezó a correr carreras locales y regionales a los 18 años, con una bicicleta que le regaló su hermano Tomas. Ello le permitía ganar un dinerillo extra ante los escasos recursos que le aportaba su trabajo.  Pronto empezó a destacar y a ganar carreras, como la Vuelta a Valencia, en 1944 y 1945. En ese año de 1945, la Volta a Catalunya, la carrera más antigua de España, celebraba su 25 aniversario y Bernardo pudo participar en ella gracias a una suscripción popular en Orihuela y pueblos aledaños. Llegó a Barcelona con 350 pesetas, corrió sin equipo y… ganó.  Esa victoria le permitió ganar 17.000 pesetas con las que se hizo profesional.
Participó en la Vuelta a España, carrera que ganó brillantemente en 1948, con sólo 23 años, demostrando su poderío al vencer también el Gran Premio de la Montaña y 3 etapas. “El Pipa”, un corredor que nunca pinchaba, se aprovechó de un pinchazo de su gran rival, el vasco Dalmacio Langarica, en la 12ª etapa entre Bilbao y San Sebastián, para hacerse con el maillot de líder y no abandonarlo hasta Madrid.
Sin españoles en el Tour desde 1938, el régimen franquista quería internacionalizarse y decidió, en 1949,  enviar un equipo nacional donde no podían faltar Ruiz y Langarica, junto con Julián Berrendero, único superviviente del equipo de 1938 y vencedor de etapa en 1937. La experiencia se saldó en fracaso al abandonar los seis componentes antes de la 6ª etapa, decidiendo no participar al año siguiente.
Un paraíso en Francia
Conoció el Tour en 1948. Y aquella carrera tortuosa por Francia, pavés y ladrillo en el norte, carreteras bombeadas como barrigas por el centro del país, caminos de tierra en los Pirineos y los Alpes, le pareció un paraíso comparado con España. "Los hoteles estaban muy bien y en los avituallamientos nos daban pastelillos de arroz, bocadillos de jamón, frutos secos, agua y té. Había mucho asfalto de galipote, como de cristal. Era un milagro que nadie se matase en los descensos. No había compañeros. Todos nos peleábamos entre sí en los equipos. Se corría para ganar. Todo eso de la regularidad y la combatividad es una tontería".
"El Tour, ¡qué carrera! Lo único que tenías seguro en el Tour es que nunca te podías perder. La gente formaba un cordón desde la salida a la meta. Era la fiesta nacional francesa, el deporte del pueblo. Luego vino el fútbol... En 1949 abandonamos todo el equipo español en pleno. Fue una deshonra. Nos querían matar al llegar a España. Nos subimos todos al camión. No había coches de equipo. El ejército francés nos daba un jeep blanco que había que esconder por la noche. Lo guardaban los gendarmes y nos lo entregaban a la mañana siguiente. Esto era porque los exiliados españoles nos ponían a caldo. Nos llamaban franquistas, nos querían pegar, nos decían de todo".
Fue tres veces campeón de España en ruta (1946, 48 y 51) y una de montaña (1958). Y ganó la Vuelta a España 1948.
La historia rural del ciclismo, el deporte popular. "Fui el primer corredor profesional en España -cuenta orgulloso-. En el año 50 el sueldo ya me llegaba para vivir bien".
De vuelta en 1951, nuestro Bernardo Ruiz se erigió en gran protagonista de la gran ronda francesa, al ganar 2 etapas de montaña y terminado 9º en la general final  justo por delante del gran Coppi. Era la primera vez que un español ganaba dos etapas en el mismo Tour. En ambas, “Bernardino” (como empezaban a conocerle en Francia) ganó escapado salvando cuantos puertos de montaña se le pusieron por delante.
En el Tour de aquel año, Fausto Coppi acudía con sed de venganza después de su decepcionante actuación en 1951. Y lo consiguió, sumando su segundo doblete Giro-Tour, algo inaudito en aquel momento. “Il campionissimo” se enfundaría el maillot amarillo tras una gran exhibición en la 10ª etapa, con llegada al ahora mítico Alpe d’Huez. Bernardo Ruiz, líder del equipo español, no tuvo su día, pero al día siguiente llegó tras el genio italiano e inició una remontada merced a una gran regularidad. Una descollante actuación en la última contrarreloj, de 63 kms, le permitó adelantar a dos vencedores del Tour como Gino Bartali y Jean Robic y auparse al tercer puesto definitivo, tras Coppi y el belga Stan Ockers.
Este éxito sin precedentes del ciclista oriolano, aunque quedó un poco ensombrecido al coincidir con la celebración del los Juegos Olímpicos de Helsinki, supuso el espaldarazo definitivo para el ciclismo español. Tan solo dos años después, en 1954, debutaba en el Tour un tal Federico Martín Bahamontes, ganando por primera vez el Gran Premio de la Montaña. El toledano entraría en la leyenda pocos años después al ganar el Tour, en 1959.
La irrupción de Bahamontes y de su gran rival Jesús Loroño colocó de inmediato a “El Pipa” en un segundo plano, pero eso no evitó que en 1955 consiguiera otro hito: ser el primer español en vencer en una etapa del Giro de Italia.
contadores web reloj para mi web