domingo, 5 de enero de 2014

NAIRO QUINTANA DE BOYACÁ A FRANCIA

Nairo Quintana es el deportista del año

«De Boyacá a Francia: los primeros pedalazos de Nairo Quintana»
Por: Gloria Castrillón

A los 15 años se subió por primera vez a una bicicleta y a los 16, ya tenía el temple de campeón con el que emocionó a los colombianos al conquistar las montañas francesas. Recorrimos las carreteras por donde este colombiano, a punta de sancocho y agua de panela, forjó una gesta sin precedentes en el ciclismo criollo. 
Ever tiene 13 años, es menudo, tiene ojos muy negros y vivaces, piel cobriza y el pelo áspero. “Es la viva imagen de mi Nairito”, dice doña Eloísa Rojas, la madre del héroe de Cómbita, mientras lo abraza y le entrega una bicicleta y un casco rojo. En realidad es el hijo de Sandra, su vecina y comadre, que mira incrédulo el aparato y, sin pensarlo, intenta acomodarse en el sillín. La esperaba con ansias. Se había levantado muy temprano y ya llevaba puesto el uniforme verde y los guantes que el mismo Nairo Quintana le había regalado poco antes de irse a correr el Tour de Francia.
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“A mí me gusta mucho montar en cicla. Yo le compré una a mi padrino hace cuatro años por 20 000 pesos, pero se me dañaba a cada rato y hace como tres meses no tenía en qué montar”, dice exhibiendo una sonrisa limpia enmarcada en sus cachetes curtidos por el sol. Doña Eloísa, creyendo ver en Ever la misma obstinación que descubrió en Nairo años atrás, llamó al gerente de la Cadena Radial Boyacense para pedirle que le regalara una bicicleta al niño. 
Ella, a sus 48 años y con cinco hijos a su haber –dos de ellos triunfando en Europa como ciclistas–, está convencida de que “el deporte es bueno para los niños porque los aleja de los vicios”. Con esa misma convicción se levantaba todos los días antes de las cinco de la mañana a prepararle caldo con papa, huevos, pan y agua de panela a su Nairito, para que tuviera fuerzas para entrenar. No le importaba que no le ayudara a ordeñar o a sacar la papa del cultivo que un día cualquiera se picó.
Por casualidad, su hijo había descubierto su amor por la bicicleta mientras recorría los 34 kilómetros diarios entre el colegio, ubicado en el municipio de Arcabuco, y su casa en la vereda San Rafael de Cómbita. De ida, bajaba raudo los 17 kilómetros, y de regreso, subía de los 1600 metros sobre el nivel del mar, a los 3050 donde queda su hogar.  
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Los papás de Nairo, Luis y Eloísa, con dos de sus hijos, Nelly y Alfredo, en su casa de Cómbita
Pero a los pocos días de estrenar esa bicicleta que su papá le había comprado por 80 000 pesos, Nairo –sin haber cumplido los 16 años– dijo que quería entrenar para ser ciclista. Don Luis, un aficionado a las carreras que disfrutaba hablando con los corredores que paraban a tomar gaseosa en su tienda, estratégicamente ubicada en un alto en la vía que conduce de Tunja a Arcabuco, le prometió su apoyo.
Casualmente ya tenía conversado a Héctor J. Pinilla, un hombre que había corrido cinco vueltas a Colombia como gregario de Rafael Antonio Niño, sobre esa posibilidad. “Nairo tiene el porte de ciclista, se le ve en la agilidad, en el pedaleo”, le dijo un día mientras tomaba el fresco en la tienda. Con ese comentario no hubo ni un asomo de duda. Pronto el tercer hijo del hogar de don Luis y doña Eloísa, el que casi se muere antes de cumplir los tres años por el “frío de un muerto”, ya estaba inscrito en el Club Escuela Santiago de Tunja.
Fue entonces cuando Nairo, con una decisión y una disciplina que asombró a sus padres, empezó a madrugar para irse desde su casa a Moniquirá o Barbosa, antes de entrar a clases en el colegio Alejandro de Humboldt. Nadie dirigía sus entrenamientos. Iba siempre solo sin importar la lluvia o las temperaturas bajo cero que suelen azotar estas montañas en el verano y que logran quemar los cultivos de papa. Ni las caídas ni los golpes lo hicieron desistir. Solo un accidente que lo tuvo tres días en la clínica lo alejó una semana de las carreteras.
Varias veces Irene Pérez y Anita Rodríguez, las profesoras de química y biología, le ayudaron a sanar las heridas que masacraban sus rodillas y brazos. “Nunca faltó a clases, era el primero en llegar”, recuerda el maestro de física, William Gómez, mientras exhibe orgulloso las fotos que le tomó a su ídolo cuando vestía el uniforme de jean y saco azul. 
Hoy sus profesores entienden de dónde sacó Nairo las dotes que exhibió para ganar el Tour de L’Avenir, la Vuelta al País Vasco y lograr la gesta histórica del Tour de Francia. “Es que nos pasaba a nosotros, que íbamos en carro, y muy orgulloso nos saludaba con un toquecito en el capó”, dice Mercedes, la maestra de arte, quien como todos en estos poblados, atesora algún recuerdo del héroe. 
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El de ella es una escultura en cerámica que su alumno hizo en último grado de bachillerato. La profesora se esmera en explicar que aquello que carga en sus manos es un ciclista –estilo futurista, aclara–, con un casco aerodinámico. Y que otro bulto alargado es la representación del terreno difícil que deben recorrer los deportistas. Dice que Nairo le quedó debiendo la bicicleta, aunque aquella estaba en el diseño original que presentó.  
Al parecer, no fue mucho lo que Nairo quedó debiendo en el colegio, gracias al apoyo incondicional que el rector de la época, Miguel Alfonso Moya, les brindó a él y a otros deportistas como Cayetano Sarmiento, su amigo y vecino, que hoy corre con el equipo italiano Cannondale. Varias veces el rector les exigió a sus maestros comprensión con esos muchachos porque su futuro estaba en el deporte. Fue así como los dos recuperaron las evaluaciones finales de 11, después de ir a correr la Vuelta de la Juventud en Venezuela, y se graduaron sin contratiempos. 

Y así cómo duerme uno
Han pasado varios días desde que Nairo subió tres veces al podio en el Arco del Triunfo: a ponerse la camiseta blanca de novatos, la de pepas rojas de campeón de la montaña y a pararse como subcampeón junto al inglés Chris Froome, el único en todo el pelotón que lo pudo superar. El guayabo y el cansancio hacen estragos en la familia Quintana Rojas.
El ajetreo fue tal, que llevan varios días durmiendo mal. No han abierto con juicio la tienda y las vaquitas han tenido que esperar a que un compadre de buena voluntad las ordeñe. Doña Eloísa revisa las cuentas de la recepción y venta de leche, mientras su esposo sigue atendiendo llamadas de los periodistas, a pesar de las dolencias derivadas de un accidente que desde muy niño lo dejó con discapacidad en su pierna derecha. Es lunes y, con ayuda de sus vecinos, lograron recoger la basura que les dejó la turba emocionada que irrumpió en su tienda el domingo.
Movistar, la firma que patrocina el equipo de su hijo, les instaló una pantalla gigante al lado de la casa para ver la última etapa del Tour y la locura se desató. No alcanzaron a llegar de la misa que celebró el obispo de Tunja para pedir por Nairo, cuando cientos de personas ya habían copado el poco espacio al lado de la tienda. Los buses de línea que van y vienen de Bucaramanga paraban y decenas de pasajeros y turistas se bajaban a saludar a los papás del héroe. Creen que más de mil personas llegaron a celebrar con ellos. 
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El momento más vibrante del Tour de Francia: Nairo sobrepasa al líder Chirs Froome, gana la etapa 20 y se consolida como subcampeón de la competencia
Se ven agotados. Doña Eloísa, siguiendo la tradición de las mujeres boyacenses, es discreta y callada. Su esposo es más dicharachero. No se cansa de contar las historias de su hijo. Es un hombre agradecido con la vida, dice que nada le ha faltado y aclara con vehemencia que sí tiene televisor en su casa, que no son pobres. “Somos humildes, campesinos, pero no aguantamos hambre”, recalca. 

"Será otro Botero"
Al parecer, la avalancha de periodistas ha provocado malentendidos. Y esta pareja, que lleva 30 años viviendo juntos, que levantó cinco hijos con sus cultivos, con las vaquitas, una tienda y, alguna vez, una panadería, quiere dejar en claro que el presidente Juan Manuel Santos sí les entregó una casita en Tunja, que ocupa Nairo cuando está en el país, y que ellos no mendigan nada. 
Tal vez no tuvieron suficientes recursos para comprarle todos los implementos a su hijo y varias veces tuvieron que recurrir a rifas y bazares, pero al final, con ayuda de muchas personas, lograron sacarlo adelante. 
Una de esas personas fue Fernando Flórez, quien en su momento era director de Indeportes, institución departamental que lideraba la política de apoyo a los deportistas. Fue él quien lo vio en los intercolegiados y clásicas locales y lo convocó a unas evaluaciones físicas. Quería reforzar el primer equipo continental Boyacá es para vivirla y contrató al técnico español Vicente Belda para llevar un equipo juvenil a Europa. 
Nairo sorprendió al técnico con sus resultados. Belda, incrédulo, le hizo repetir la prueba. Al final se confirmó que este muchacho de 18 años, recién graduado de bachillerato y con apenas 1,65 de estatura, había movido el SRM, un dispositivo que mide la potencia del pedaleo, a 420 vatios. Los chicos de su edad marcaban 370; ni un profesional marcaba tanto. “Puede ser un (Santiago) Botero”, sentenció el español.
Desde ese momento, Nairo tuvo un plan de entrenamiento personal y, por primera vez, una bicicleta de carbono, una Orbea. Fue a España en 2009, corrió en cuatro competencias europeas y al final de la temporada se destacó como uno de los mejores sub 23. Ahí empezó a llamar la atención de Eusebio Unzue, técnico de Movistar. Pero Quintana se fue primero a Colombia es pasión y con esa casaca ganó el Tour de L’Avenir, en 2010.  
Así comenzó a escribir su palmarés. Cuando en 2011, Colombia es pasión dejó de ser profesional, Belda, convertido en manejador de Quintana, le aconsejó aceptar la propuesta de Movistar.  
Vuelta Ciclista al Pais Vasco 2013

Los nairitos se dan silvestres
Con algo de tristeza, doña Eloísa confiesa que no se acostumbra a que su Nairito esté tanto tiempo por fuera del país. El año pasado vino por temporadas de dos o tres meses. Este año, el 4 de febrero, el día de su cumpleaños, viajó a España. Había mucha ilusión, pero su hijo se mostraba confiado y, sobre todo, muy tranquilo. Desafiando a los europeos con su sangre fría y su temple, ganó la Vuelta al País Vasco en una contrarreloj de 24 kilómetros en la que venció no solo al favorito, el alemán Tony Martin, sino a quien sería su gran contendor en el Tour de Francia, Alberto Contador.
Para alegría de sus padres, Quintana volvió a Boyacá a mediados de mayo. En su pueblo ya se había desatado la nairomanía, pero el muchacho se mostró humilde y tranquilo, como siempre. Su director lo había enviado a entrenarse para el Tour de Francia y con la misma disciplina que decidió entrenarse solo a los 16 años, siguió esta vez el programa de su equipo. Todos los días, como lo hizo en aquella época, se levantó antes de las cinco de la mañana a recorrer las montañas que devoró en aquella bicicleta pesada que su papá con tanto esfuerzo le logró comprar por 300.000 pesos y con la que ganó pruebas sin zapatillas y, alguna vez, con un casco medio roto.
En esos dos meses y medio tuvo tiempo para encontrarse con sus amigos de infancia y con los vecinos. Volvió al colegio a la celebración del aniversario. Y volvió a comer el sancocho de gallina que magistralmente hace su mamá en el fogón de leña. Y les regaló uniformes a Ever y a Pedro, otro chico de 13 años que vive en la casa de al lado. Y alcanzó a verse con su hermano Dayer, que corre en Europa con el equipo Lizarte y con el que ahora comparte casa en España.
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Nairo junto a sus padres, quienes lo despiden antes de que el ciclista partiera al Tour de Francia.
“Mi primer recuerdo de Nairo fue cuando hace cinco años lo vi ganar en Cómbita una contrarreloj de 10 kilómetros, en ascenso, con una inclinación de 23,2, ¡y lo hizo en 12 minutos!”, dice Pedrito con una emoción que casi le hace soltar un par de lágrimas. Es tal su afición, que explica con detalle los recorridos que hizo su ídolo preparando el Tour de Francia, con datos exactos de kilometraje, inclinación y altura sobre el nivel del mar. 
Él, Ever, y otro puñado de muchachitos quieren ser como Nairo. Pero no se trata de una fiebre repentina. Hombres como Ismael Sarmiento, Néstor Bernal, Cayetano Sarmiento, el mismo Dayer Quintana, y otros más nacieron a más de 3000 metros de altura y crecieron arañando estas montañas en sus bicicletas y triunfaron en el exterior. En esta tierra fértil para la papa, el maíz y las moras, los nairos se dan silvestres, solo que, como sentenció el alcalde de Tunja, muchos de ellos se desperdician.
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